jueves, 17 de abril de 2008

El Arado


El arado apareció alrededor de 3.500 años antes de Cristo en las civilizaciones del Oriente Medio. Los pueblos de la Mesopotamia, ubicada entre el Éufrates y el Tigris. Los ríos que fertilizaban el suelo, permitían a los asirios y caldeos, dedicarse a la agricultura. Fueron los primeros en usar la rueda, y luego se usaron los primeros arados, como lo muestran representaciones artísticas de esa época.
Los arados eran de madera primeramente, o formado por una rama de forma adecuada y a tracción humana. A veces se realizaban con ramas en formas de horquillas, tirados por un animal o una persona, para abrir el surco en la tierra. Unos 3000 años a de C. comienzan a emplear bueyes para tirarlos. Los romanos introdujeron el arado con una cuchilla de hierro y lo tiraban bueyes. En la Edad Media, se comenzó a usar el arado de rejas y cuchillas, en los suelos más duros de Europa.
En la década de 1830 (algunos señalan 1837 más exactamente), el herrero estadounidense John Deere inventó la reja de los arados, de acero. Después se inventó el arado de dos ruedas con asiento para el conductor, y más adelante el arado de discos, que apareció en 1847 en Estados Unidos; y otro que fue recibido con gran éxito en Australia en 1877, construido por John Shearer and Sons.
Y luego, con la llegada del tractor, primero a vapor, luego a gasolina y en la actualidad con las más actualizadas tecnologías, se han ido facilitado enormemente las tareas agrícolas.
Aunque en los países subdesarrollados, no es usado por la mayoría de los trabajadores del agro, pero poco a poco también van apareciendo los avances tecnológicos que logran un mayor rendimiento con un menor esfuerzo, y el correspondiente ahorro de mano de obra.
Todavía era frecuente ver arados de mancera, como se los denominó a los que se iban empuñando con las manos, en chacras y parcelas chicas, con similares características, hasta en los comienzos del S. XX, en que vino la mecanización posterior.
Si en la actualidad miramos esos interminables campos de trigales, o girasoles, o maizales, tan necesarios a la vez para alimentar al mundo, o para realizar siembras para pastoreo de animales de consumo, ¿nos detenemos un momento a meditar la cantidad de esfuerzo humano que demandaría labrar esos terrenos que miden hectáreas y hectáreas, con los primitivos arados? ¿Qué hubiera sido de la humanidad, si a la par del aumento de la población no hubiera ocurrido este crecimiento igual o mayor del avance de la técnica y la ciencia?

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